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El camino

Bajo el puente que daba acceso al otro lado de la ermita había una suave manta tapizada de fina hierba adonde iban a parar los cansados viandantes que solían guarecerse a echar una pequeña siesta mientras cogían fuerzas para proseguir el camino. Un  camino que parecía no terminar nunca, pero que era relajante para todo aquél que lo hacía. El gran viaje, como ella lo llamaba, estaba lleno de historia e historias incompletas que muchas veces eran el trampolín para iniciar la aventura de terminarlas. Un viaje evocador que transportaba al paseante a otros tiempos y que le daba un halo de melancolía, como intentando averiguar dónde se escondía ese mundo que ya había pasado y solamente podía revivir en su imaginación, y que gracias a los vestigios del trayecto podía fundirlos con la realidad. Un mundo cuyo principio traspasaba la historia y llegaba al origen de los tiempos; un mundo en el que el camino y ella eran sólo uno y un mundo en el que el tiempo parecía haberse detenido a contemplar
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MAR ADENTRO

                         MAR ADENTRO          Había pasado toda la noche en la sala de espera del hospital y llevaba dos días sin comer. Se mantenía a base de tilas porque eso le relajaba. No conseguía dormir, no levantaba cabeza y no era capaz de comer un bocado porque enseguida lo rechazaba. Su preocupación era más grande que todo lo que su mente pudiera generar, pues su pequeño se debatía entre la vida y la muerte. Horas antes fueron a pescar mar adentro y nunca pensó que el pequeño caería por la borda y se hundiría hasta perderlo de vista. Un instante fue lo que necesitó para lanzarse de cabeza en busca del niño, al que le costó un par de minutos encontrar y devolverlo nuevamente a cubierta. Llamó pidiendo auxilio desde la radio de la embarcación y expuso el problema. Media hora más tarde apareció un barco medicalizado que se hizo cargo del pequeño al que consiguieron reanimar levemente. Aún tenían que llegar a puerto donde esperaba una ambulancia. El tiempo que pasó hasta que

La clase de filosofía

Asistía a una clase de filosofía en calidad de oyente, pues quería empaparme bien qué entendían los alborotados alumnos por el término. Un alumno de los que siempre se sentaba en la última fila parecía que estaba ensimismado en su mundo, hizo una pregunta de la que hasta el mismo profesor quedó en suspenso sin saber responder. Ante la impaciencia del alumno, el profesor contestó con otra pregunta y le dijo: ¿Me puedes contestar qué es para tí filosofía? Ni corto ni perezoso el alumno contestó: “filosofía es la ciencia por la cuál, y sin la cuál, te quedas tal cuál” las carcajadas sonaron atronadoras por toda la clase, y el profesor, haciendo galantería de su erudición explicó al alumno qué era la filosofía, y el alumno nuevamente respondió: pues lo que he dicho yo; tantas preguntas sin respuesta; tantos pensamientos martilleando las mentes más brillantes y tantas conjeturas, para que al final te quedes tal cual. El chico cogió aire y sonrió. La erudición del profesor llegó un poco má

Rosana

Rosana salía poco de casa porque tenía dos hijos a los que atender y un hombre en su vida. Lo justo daba paseos por el pueblo y poco más. Su vida giraba en torno a la panadería, de la que se sentía muy orgullosa porque era el legado que su padre le había dejado. Y sus hijos, que, aunque niños todavía, se daban cuenta de lo que ocurría. Era guapa sin duda. Tenía un largo cabello cardado que le llegaba casi hasta la altura de la cintura y de no ser porque a veces se lo recogía con un moño bien elaborado, casi se lo podía pisar al agacharse. Su cara tostada manifestaba que su mejor amigo era el sol, el cual ennoblecía aún más los rasgos particulares de su fisonomía facial, en la que sus pequeños ojos quedaban escondidos y expresaban cierta incertidumbre en su mirada. Sus carnosos labios dejaban entrever una amplia sonrisa, a veces fingida, que daba al conjunto un precioso semblante. Bajando por el mentón y atravesando su frágil garganta, se apreciaban unas prominentes dotaciones que eran

El bar

Existe un lugar en el mundo cuyas candorosas gracias y delicados rasgos dan un aura de sensibilidad especial que le hace ser diferente entre los iguales y permite que todo aquel que quiera rodearse de un ambiente genuino, sea recibido como merecedor de lo que allí se prepara. En España se le conoce como Poukha`s, y Shakespeare hablaba de los duendes de la noche que se transformaban en animales para pasar desapercibidos. Irlanda; tierra de duendes y hábiles conocedores de las tradiciones ancestrales supieron exportar lo que allí acontecía, y lugares de culto a la cerveza sirvieron de entretenimiento a las gentes venidas de otros lares, y recogiendo el guante de aquellos; el Poukha`s supo aprovechar lo que bien avenidos fueron aquellos duendes de antaño, sabiendo bien lo que en su plaza preparaban. La degustación del sabor mezclado con el aroma de su cerveza hacen transportar al cuidadoso personal que allí se congrega hasta los rincones más suntuosos de Irlanda, y en un afán de superaci

Naturalmente un manuscrito

"Ya al final de mi vida de pecador, mientras, canoso y decrépito como el mundo, espero el momento de perderme en el abismo..." Por avatares del destino, cayó en mis manos esta obra que cambió la forma en que la mirada curiosa obligó a mis ojos a leer esta inmensa novela hecha libro. Fueron varias horas, noches y días las que indujeron a caminar sobre las páginas delicadamente escritas en las que cada una de ellas era una clase magistral de suntuosidad, magnificencia y riqueza. Transportándome hacia un universo contemplativo en el que el tiempo se detuvo dentro de las cuartillas que devoraba con impaciencia. Mi imaginación vagaba por aquel lugar lleno de historia y misterio. Mi pensamiento comenzó a vislumbrar la realidad de aquel lugar, y no empecé a tomar en serio ese viaje hasta muchos meses después. No llegué a ver cumplido el ferviente deseo de tocar siquiera los muros descritos en el libro, pero sí pude vislumbrar cuán difícil fue satisfacer al lector más aventajado,

La universidad de la calle

La calle. Ese espacio de bonitas y a veces terribles historias que marcan la vida de alguien, en algún lugar. Historias que se entrelazan entre los adoquines, dando forma a los relatos más severos e intrincados que podemos escuchar; pero, también, de los perfiles más preciosos que nuestros ojos puedan observar. La calle: cuya estructura está conformada por aquellos que hacen posible que la historia siga su curso y, es en sí misma, un continuo aprendizaje del cual debemos extraer la esencia misma de lo que somos y de lo que son aquellos que hacen posible un mundo mejor. Si en algún lugar debemos mirar para hilvanar nuestra historia, éste, es la calle, pues la misma nos retrotrae a tiempos pasados que, para bien o para mal, son parte íntegra de nuestro modo de vivir. La calle en sí misma es: una superficie vacía, fría, helada, que vamos llenando de cualquier argumento que somos capaces de crear. Hubo un tiempo en que la calle tenía vida propia, nos hablaba, nos susurraba y nos adver